¡Hola hormigas!
Primeramente, querría disculpar mi tardanza. Estas
semanas ha estado mi abuelo hospitalizado y, muy a mi pesar, no me he podido volcar todo lo que hubiese querido
con el blog.
Aunque estas semanas hayan sido complicadas,
en ellas he encontrado el verdadero significado de la palabra ‘amor’. No hablo
del amor cursi, empalagoso ni impuro que muchos nos quieren vender mediante
muchas redes sociales (con textos interminables que consisten en unos
constantes vómitos de arco iris). No. Hablo de aquel amor que ha perdurado
durante cincuenta y dos años y que aún sigue.
El caso es que me siento afortunada, realmente
afortunada, ya que mis abuelos poseen ese tipo de amor. Creo que siempre he
sabido que se quieren mucho, pero hasta esta última semana no me he dado cuenta
de lo mucho que depende el uno del otro. He sido testigo de las lágrimas que
provoca el nerviosismo de la espera a respuestas, de las cálidas caricias en un
rostro cansado, de la persistente seguridad de bienestar del otro y la
permanente y cansada presencia a su lado, en una butaca poco cómoda. Eso es una
indiscutible prueba de amor, después de cincuenta y dos años de convivencia.
Un término que va ligado al amor, es la ‘unidad
familiar’. Sé que puedo vivir totalmente tranquila sabiendo que si algún día me
encuentro en una semejante situación (estoy tocando madera) mis familiares y
demás seres queridos van a estar allí, a mi lado. No sé si está bien o mal
presumir de esto, ya que también soy consciente de que no todo el mundo lo
tiene a su alcance, pero yo como lo tengo, lo valoro y me siento orgullosa de
todos ellos, no he encontrado mejor forma para compartirlo con todas vosotras.
Muchos besos y feliz viernes, hormigas.
PD: Agradecer la dedicación de esa persona,
que es una hija de ensueño, una hermana ejemplar y una madre espectacular.
Gracias mamá.